viernes, 28 de febrero de 2020

Todo lo que cae del cielo


A Iván, por si alguna vez caes del cielo.

Hace un par de noches, justo cuando uno de mis sueños llegaba a lo que parecía un final, una fuerte brisa transparente me despertó. Noté como había algo a los pies de mi cama, algo entre luminoso y apagado que no se había decidido a ser pesado o no. Después de incorporarme y arrodillarme sobre las sabanas, acerqué mi cara curiosa y calvé los ojos sobre aquella presencia mientras me arrimaba un poco más. Lentamente, muy lentamente... Un poco más... todavía un poco más... Desprendía una calidez agradable que se podía tocar con las manos, olía a hierba fresca, a libro viejo, a taza de chocolate caliente, a... Y, de repente, estalló silenciosamente dejando caer de su interior una luz blanquecina y ligera. La recogí entre mis manos, la contemplé y analicé, intentaba ver lo que había en ella. En un parpadeo, todo su resplandor se volatilizó y un polvo más claro aún me cegó un instante. 
Al volver de la oscuridad de esa invidencia, vi cómo se encendían mil estrellas en el techo negro y percibí, como si se tratara de una intuición, que faltaba una. 
Guardo en una caja todo lo que cae del cielo.

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